ASISTENTES: Alboroto, Coves, Julia y Manu. Y Gorka en la intendencia !!
Hay cosas que no mejoran… y cuando se trata de obsesiones profundas, es incluso degenerativo. Una obsesión que incluso se cuela en tus sueños y te traslada a ese momento desencadenante, noche tras noche, durante más de una semana.
Hay cosas que no mejoran… y cuando se trata de obsesiones profundas, es incluso degenerativo. Una obsesión que incluso se cuela en tus sueños y te traslada a ese momento desencadenante, noche tras noche, durante más de una semana.
Hace una semana desde que ocurrió, una de esas cosas que recuerdas toda tu vida, que se graba a fuego en tu cerebro, y no puedes desconectar de ello, por mucho que quieras en una larga temporada.
Cazamos un meandro colgado a seis metros del suelo totalmente virgen y de gran belleza, con bonitos gours, formaciones y una misteriosa corriente de aire que se burlaba de nuestros sentidos. Tras sesenta metros de desarrollo muere en un techo que desciende hasta juntarse con un suelo de barro impenetrable.
Hasta el momento todo estaba saliendo tal y como estaba planeado… ya teníamos toda la parte conocida topografiada, habíamos realizado una de las escaladas más técnicas y con mejor aspecto de la parte fósil de la cueva, y además de todo eso, habíamos cazado sesenta metros de meandro.
Por otro lado, una dramática escalada en paredes concrecionadas, dio sus frutos, y nos guardamos 25 metros más en nuestras sacas.
Ya era algo tarde, y solo nos faltaba algo que mirar, una galería inundada de grandes dimensiones, que para mi era una enorme mosca dando voces detrás de mi oreja, en los últimos dos años. La última vez que nos vimos las caras, eché mano del ojímetro y calculé 5 metros de agua.
Cual fue nuestra sorpresa cuando nos percatamos que no iba a hacer falta neopreno ni barquito… ni si quiera íbamos a mojarnos los pies. Era el día y la hora exacta, en la que debía de suceder, ¡por fin!, después de dos años, podríamos explorarla con cero litros de agua y a nuestras anchas.
Desde el momento en que pise las miles de toneladas de barro de la galería al desnudo, supe que algo bueno sucedería. Dos compañeros fueron por delante instalando y revisando todas las dificultades, y por detrás, topografiando, íbamos dos más, conociendo aquello que hasta entonces había sido un enigmático misterio para mi.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero esta vez no fue así, un grito y sobretodo, su correspondiente eco, vale más que mil imágenes. Nos apresuramos a descender los cuatro metros del meandro y en el mismo instante en que la luz penetró en mis retinas, se paró el tiempo, algo espectacular e impresionante es insignificante comparado con aquello que eclipso mi noción del tiempo.
Una galería de 8 metros de ancho por veintitantos metros de alto, cuyo suelo cubierto de miles de toneladas de barro a menos treinta y cinco grados, descendía hacia el mismo infierno, donde esa misma madrugada echaríamos unas birras con Satán al lado de una enorme chimenea.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVWLLkK5jvMIWFrAmk931OwhwVSQixIxYvyrN3j24uOiKNZFt9RmKhwIAS10B_MX5sSxJKiWFyeqt7T4VBQTX9HdGg_g5zDz5dtZ85ITItqIIUpLVmRGjbXWP9X3syD6hdJC-khOYcJJlX/s320/fotoalbo.jpeg)
La Galería Proteus, que así la bautizamos, es espectacular y con un sin fin de posibilidades de continuación, cuyo acceso, también es impresionante a su forma, ya que es un paso fácilmente sifonable con los niveles normales de agua, en el cual no tener la meteorología presente, supone poder quedarse bloqueado al otro lado del sifón.
Cierro este artículo con la satisfacción personal de haber dibujado 460 metros de topo en 15 horas de exploración, acompañado de un excelente equipo humano y con un importante hallazgo que nos abre las puertas a seguir llenando nuestras hojas de topo y a nosotros mismos, de ilusión y emoción, de no saber que nos deparará cada una de las incógnitas de la Galería Proteus .
AUTOR: Roberto Coves